Fin de semana en el Hotel Fiesta: entre el mal servicio y la buena comida

La Covid-19 vino para cambiar planes, ya no se puede vacacionar como antes, el distanciamiento  y el uso obligatorio de mascarillas convierten cualquier actividad relajante en toda una odisea.

Y esta fue la experiencia que tuvimos en el Hotel Fiesta, en donde invitados por Telecable, supuestamente íbamos a pasar un fin de semana de descanso y por poco no lo logramos.

Comencemos por el viernes: resulta que el hotel prohíbe el uso de caretas, solamente se puede portar con mascarilla (ojo, esta visita fue antes del 9 de setiembre, día en que oficialmente se debe portarla en todo espacio). Por el tema del distanciamiento, el check in se hace en el auditorio y aquello parecía la terminal de autobuses en Semana Santa.

Nos hospedaron en la parte Premium, otra decepción con una habitación sin paños y rodapiés reventados. Sin olvidar que, al utilizar el servicio sanitario, el agua se filtraba por el borde inferior del mismo. En fin, esta fue la experiencia inmediata en nuestra habitación ubicada en el sector VIP del complejo hotelero.

Después de las 3 pm no se puede almorzar, sino ir al snack bar, el cual tiene una paupérrima oferta de comida: nachos con carne molida, pizza fría, papas fritas algo hulosas, burritos, hamburguesas y arroz.

El personal fue muy grosero y la falta de información fue notoria, al igual que la pésima señalización dentro del hotel. Pero fue particularmente incómodo el hecho de que el personal poseía poca o ninguna información acerca de los temas que les consultábamos, como el nombre del gerente de turno.

En nuestra primera noche recurrimos al restaurante Macondo, en el cual se servía un menú especial, muy distinto al del restaurante principal. La experiencia fue muy placentera en cuanto a la oferta de la carta, la calidad y emplatado de la misma, punto alto la atención del personal, de verdad esta experiencia nos salvó el día.

Tuvimos la oportunidad de conocer al chef ejecutivo Thomas Cantillo, quien desde un inicio se mostró como una persona sumamente amable y con un gran don de gente. Pero de él y su equipo hablaremos un poco más adelante.

Luego de caminar un rato nos dimos a la tarea de participar de las atracciones nocturnas del hotel, bastante conocidas por su calidad escénica en tiempos-pre-COVID 19. Estuvimos en el área de la piscina principal y nos encontramos a un artista local el cual con su guitarra y algo de apoyo tecnológico, brindaba su mejor esfuerzo interpretando gran cantidad de temas musicales, muchos a solicitud de la audiencia.

Después se presentó un DJ quien puso un play list ya seleccionado el cual disfrutamos en dos ocasiones, mostrando un desinterés total por la calidad de la presentación y un irrespeto por los asistentes, no fue sino hasta el final de su participación y ante la solicitud de varios asistentes que dejamos de escuchar su programación pre asignada y empezó a mezclar algunos temas de antaño, logrando un mayor interés de la escasa audiencia sobreviviente.

El segundo día iniciamos con la visita al restaurante principal donde la oferta gastronómica fue limitada pero aceptable. Debemos de tomar en cuenta que factores como la pandemia, la baja en la capacidad permitida de huéspedes y la caída en la demanda de turistas han obligado a la cadena a modificar sus protocolos de servicio, su oferta de productos y la cantidad de opciones para lograr optimizar el aprovechamiento de recursos, poder trabajar con márgenes de utilidad que soporten la operación actual más las nuevas demandas de sanitización en cuanto al aumento de costos y su menú debe de buscar el máximo aprovechamiento de los elementos utilizados buscando la reducción de desperdicios.

Ojo, aquí volvimos a sufrir con la falta de información: entramos por donde no había cadena, pero por ahí no era el ingreso, sino por otra puerta. No había rótulo ni persona que nos indicara eso. OK, dimos la vuelta, hay que hacer fila para que te asignen una mesa y luego ir a las estaciones a pedir la comida, punto a favor, ya no hay que estar cuidando espacios.

Luego de desayunar procedimos a una caminata por la playa, donde disfrutamos de un agradable momento en el muelle turístico y al retirarnos, encontramos lo que se convertiría en el punto fuerte de nuestra visita: el Restaurante Macarela.

Nos atrevimos a visitarlo de inmediato y descubrimos que, aunque el menú de desayuno era el mismo que en el restaurante principal, su nivel de presentación y la atención del personal era totalmente otra cosa.

Consideramos que el formato de este restaurante permite y facilita una interacción mucho más cálida y placentera entre el personal y el huésped. De inmediato se convirtió en nuestra única opción para la ingesta de nuestros alimentos. Luego de esto, nuestra experiencia gastronómica cambió para bien. De verdad felicitamos al personal a cargo de esta estación de trabajo por su calidad humana y profesional.

En el resto de nuestra estadía tratamos de visitar el resto de estaciones de servicio que se encuentran a disposición de los huéspedes: ranchos cerca de la playa con diferentes bocadillos, refrescos, golosinas y bebidas alcohólicas.

En el área VIP se puede disfrutar de una piscina bastante amplia con un área de jacuzzi, la cual es bastante disputada por los huéspedes. Se pueden reservar sillas especiales con toldos para no sufrir por el sol por un módico costo. También disponen de otras sillas en el área pública y en todos los alrededores de la piscina VIP se cuenta con servicio de mayordomo que le facilitará sus bebidas favoritas sin tener que abandonar la comodidad y el descanso de su silla.

Como mencionamos inicialmente la experiencia con nuestra habitación, la recepción y el personal del hotel no fue la más apropiada. Y en este caso en particular debemos de ponernos en los zapatos de aquellas personas que desembolsan una cantidad de dinero nada despreciable y menos en estos tiempos, para poder acceder a una habitación VIP, esperando recibir no solo un cuarto con los estándares propios de la categoría, sino la atención y servicios atinentes a la distinción de costo que se está cancelando. En este punto definitivamente el hotel nos quedó debiendo.

Para la cena del sábado, reservamos en el Macarela, tamaña sorpresa nos llevamos cuando la recepcionista nos indicó que no teníamos derecho a la misma, ya que solo íbamos a estar dos noches y la reservación es a partir de tres noches de hospedaje, pero iban a hacer la excepción. Otra vez, falta de información.

Por otra parte, el esfuerzo, calidad humana y profesionalismo del personal de cocina, saloneros, mayordomos y las personas que nos suministraron nuestros alimentos en las áreas de bufet y restaurantes fueron el punto destacado de la experiencia. Sin olvidar las atenciones brindadas por el chef Thomas y sus asistentes, los cuales de manera muy atenta los vimos visitando a los comensales en sus mesas, recibiendo la retroalimentación necesaria para mejorar la calidad de su servicio, el cual por sí mismo ya es muy distintivo.

Fue tan empática la relación con el chef que le solicitamos permiso para realizarle una pequeña entrevista y darles a conocer a ustedes un poco de su historia personal. En el siguiente link les compartimos un resumen de la vida e historia de este agradable personaje https://baresycafescr.com/perfiles/chef-thomas-cantillo-rivas/

Es nuestra recomendación para el hotel reforzar las capacidades del personal de servicio al cliente, mejorar la señalización de las áreas y cuáles huéspedes pueden acceder a las mismas, hacer una minuciosa inspección de las habitaciones y detectar y corregir los daños en las mismas.

Nuestra calificación no es del todo mala, valoramos en un 70% de satisfacción nuestra estadía, aunque la salsa de mantequilla del viernes en la noche y el pescado frito del sábado merecen 100%.